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18 diferencias entre valorar empresas públicas y privadas

Es fundamental desbloquear la disparidad entre la valoración de las empresas públicas y privadas. ¿Los múltiplos atribuidos a las empresas públicas pueden extenderse a las pequeñas y medianas empresas?

Profundizar en estos matices es un paso crucial hacia la comprensión de los determinantes fundamentales que determinan el valor de su empresa.

Las empresas públicas a menudo se encuentran a merced del caprichoso mercado de valores, una fuerza impulsora detrás de casi todos los contrastes expuestos en este artículo. La mayoría de estas diferencias pueden dilucidarse a través del prisma del tiempo. Quienes invierten en empresas públicas adoptan un punto de vista temporal fugaz, mientras que los propietarios de entidades privadas adoptan una perspectiva que atraviesa el largo plazo.

Reconociendo la influencia de esta dinámica a largo plazo, no podemos ignorar el impacto predominante de la mentalidad de corto plazo del mercado en la conducta de los participantes. A medida que delineamos las distinciones fundamentales en la evaluación de empresas públicas y privadas, prevalece la corriente subyacente de certeza.

Descifrando la distinción: 18 factores que revelan el contraste en la valoración de empresas públicas y privadas

Los matices que distinguen la valoración de las empresas públicas y privadas son esclarecedores y fundamentales. Este examen exhaustivo gira en torno a 18 facetas clave que resaltan la esencia de este contraste:

  1. Horizonte temporal: perspectiva de largo plazo versus perspectiva de corto plazo.
  2. Personas y partes interesadas: diversos intereses que dan forma al valor de la empresa.
  3. Valores: influencia de las acciones que cotizan en bolsa frente a la propiedad privada.
  4. Sofisticación: Dinámica de mercado compleja versus entorno controlado.
  5. Incentivos: diversas motivaciones que impulsan las consideraciones de valoración.
  6. Especulación: especulaciones impulsadas por el mercado versus evaluación constante.
  7. Emociones: influencia emocional del mercado versus toma de decisiones informada.
  8. Información: Divulgaciones extensas versus transparencia selectiva.
  9. Precios consistentes: fluctuaciones del mercado público versus estabilidad privada.
  10. Variables económicas: tendencias macro versus impactos aislados.
  11. Control: Control limitado versus propiedad directa.
  12. Expectativas: Expectativas inmediatas del mercado versus potencial intrínseco.
  13. Rumores: Impacto de los rumores del mercado versus evaluación enfocada.
  14. Regulación: Regulaciones estrictas versus libertad relativa.
  15. Complejidad: escrutinio financiero en profundidad versus complejidad controlada.
  16. Estados financieros: datos de acceso público frente a conocimientos limitados.
  17. Geografía: exposición al mercado global versus impacto localizado.
  18. Métodos de valoración: métricas estandarizadas versus enfoques personalizados.

18 diferencias entre valorar empresas públicas y privadas

Horizonte de tiempo

Empresas públicas: El ámbito de las empresas públicas está en deuda con sus inversores, la mayoría de los cuales tienen una perspectiva concisa y de corto plazo. Esta dinámica arroja innumerables variables a la mezcla, provocando oscilaciones diarias en la valoración de las empresas a medida que estos factores se entremezclan. Las instantáneas de desempeño trimestrales se convierten en el punto de referencia para las empresas públicas, lo que genera una presión inquebrantable para ofrecer resultados consistentes, trimestre tras trimestre. Dentro de esta esfera, los inversores a menudo se entregan a tenencias fugaces, y la vida útil de las acciones a veces se reduce a apenas meses. En este teatro, los comerciantes intradía se apoderan de las acciones durante minutos, incluso horas, antes de la siguiente transacción. Los especuladores también juegan en este breve panorama temporal. Un punto de vista de inversión tan abreviado exige que los propietarios de empresas públicas naveguen por los mares del corto plazo, un factor crítico a sopesar al evaluar su valor.

Empresas privadas: los propietarios de empresas privadas, por otro lado, se deleitan con un panorama a largo plazo que no abarca minutos, horas o trimestres, sino décadas. Con un grupo más concentrado de partes interesadas a las que apaciguar, los administradores de las empresas privadas pueden defender firmemente las aspiraciones de largo plazo, sin las presiones de inflar artificialmente las ganancias inmediatas. Al evaluar una empresa, hay que tener en cuenta los objetivos estratégicos y el alcance temporal que configuran su trayectoria fiscal. Las entidades públicas a menudo bailan con las ganancias para suavizar su trayectoria y presentar una fachada serena, destinada a apaciguar a los inversores externos. En contraste, las empresas privadas rara vez ajustan sus finanzas para alinearse con las múltiples expectativas de fuerzas externas.

Personas y partes interesadas

Empresas públicas: la intrincada red de personas influyentes que dan forma a los valores de las acciones abarca un mosaico de entidades: analistas de acciones de administradores de dinero institucionales, autores de prospectos e informes anuales, firmas contables exigentes, fondos mutuos, fondos de cobertura, fondos de pensiones, compañías de seguros, firmas de valores, empresas de crédito. agencias de calificación, entidades de investigación independientes, bancos de inversión, casas de bolsa y departamentos de fideicomisos bancarios. Esta fusión también incluye inversores institucionales a los que se les han confiado activos de otros, como fondos de pensiones, compañías de seguros, dotaciones y planes de jubilación corporativos. Esta asamblea diversa forma un colectivo con objetivos contrastantes, dando lugar a puntos de vista divergentes que a su vez impulsan rápidas ondulaciones del mercado. Por tanto, las empresas públicas se ven obligadas a gestionar hábilmente una multitud de componentes, cada uno con sus propios objetivos, incentivos, perspectivas temporales y perspectivas. De hecho, para un director ejecutivo, moldear las percepciones puede ser tan fundamental como la comprensión de la teoría de juegos por parte de un inversor.

Sorprendentemente, el 80% de las recomendaciones de los analistas se inclinan hacia una calificación de compra. ¿El enigma? Incentivos. Al analizar una empresa pública, es primordial evaluar los incentivos del experto que guía su evaluación. Los organismos reguladores como la SEC y FINRA se esfuerzan por alinear las motivaciones mediante la creación de regulaciones que mejoren la divulgación y el flujo de información a los inversores, influyendo en consecuencia en la dinámica del mercado.

Los canales de medios amplifican la volatilidad del mercado al opinar libremente sobre el valor de las empresas públicas. Al no controlarse en gran medida la difusión de información, los medios de comunicación controlan los precios de las acciones. A través de narrativas atractivas, medios como The Wall Street Journal, The New York Times, Fortune, Business Week, Barron's, televisión, revistas, películas y radio captan hábilmente la atención y refuerzan su base de consumidores. Sin embargo, estas fuentes, impulsadas por objetivos tanto económicos como políticos, sirven como fuente principal de datos para los inversores individuales. Sorprendentemente, los inversores individuales a menudo pasan por alto los informes anuales, meticulosamente editados por mentes jurídicas astutas que se esfuerzan por eliminar los riesgos en lugar de aclararlos. ¿Se pueden considerar imparciales las fuentes de noticias? Este aluvión de opiniones constituye la base del sentimiento público y, a su vez, da forma a los valores de las acciones.

En el ámbito de la inversión pública, hay que tener en cuenta las opiniones de otros inversores, ya que sus perspectivas pueden influir en las valoraciones de los activos a corto plazo. Un conocimiento de la teoría de juegos se convierte en un requisito previo para gestionar los valores públicos.

En medio del clamor a corto plazo del mercado, pocos inversores llegan a percibir el valor intrínseco a largo plazo de las empresas. Así, la valoración de las empresas públicas depende de una sinfonía de actores, con intereses diversos, que entran y salen de escena en un abrir y cerrar de ojos. En este ámbito, las valoraciones a corto plazo se entrelazan con el estudio del comportamiento humano, junto con el análisis del desempeño financiero.

Empresas privadas: el panorama para las entidades privadas refleja las carreteras serenas y serpenteantes de Suiza, en marcado contraste con el ritmo frenético de Tokio. En este ámbito gobierna la sencillez. Con menos partes interesadas a las que apaciguar, las empresas privadas giran en torno a dos componentes fundamentales: sus empleados y clientes. La gobernanza encuentra su esencia en la simplicidad, a diferencia de las dinámicas multifacéticas de las entidades públicas. Los incentivos encuentran claridad: generar ganancias y minimizar impuestos. Esta intrincada red de intereses contrastantes que colorea las valoraciones públicas da paso a un análisis directo en el sector privado, donde rara vez se requiere un escrutinio tan complicado.

Valores

Empresas públicas: dentro del ámbito de las acciones se encuentra una variedad de ofertas (acciones ordinarias, acciones preferentes, participaciones preferentes, preferentes convertibles, warrants, bonos, opciones de compra, opciones de venta, derivados, futuros, forwards, swaps), un universo diverso que a veces puede Siéntete tan vasto como el cosmos. Sin embargo, no te preocupes, ¡los últimos tres fueron solo reflexiones caprichosas! La verdadera sinfonía de tipos de acciones y sus derivados puede ser abrumadoramente compleja. Elaborar un precio para una empresa pública implica lidiar con estos valores multifacéticos. El número de opciones pendientes y su influencia en la valoración, la prima otorgada a las acciones con poder de voto añadido: todos estos son hilos que tejen intrincadamente el tejido de la capitalización de una empresa. Intrínsecamente complejo debido a la naturaleza de las empresas públicas, comprender la estructura de capital de una empresa es una faceta esencial para valorarla.

Empresas privadas: cuando se pregunta a los empresarios sobre su tipo de empresa, la respuesta típica podría ser "la grande". Al insistir en discernir entre una corporación S o C, el estribillo resuena: “No estoy del todo seguro; mi contador lo llamó 'el grande'”.

Este escenario subraya un tema común: el propietario promedio de una empresa privada a menudo no está familiarizado con los matices de las estructuras de capitalización: acciones ordinarias o preferentes. La simplicidad aquí surge de que muchas empresas privadas son de propiedad familiar y su capitalización gira en torno a acciones ordinarias. En este ámbito, valorar una empresa privada tiende a ser más sencillo y a menudo gira en torno al supuesto de que la entidad es “grande” (Corporación C), con propiedad consolidada dentro de la familia. Existen excepciones, pero son minoría. En consecuencia, valorar las pequeñas empresas privadas adquiere una relativa simplicidad cuando se yuxtapone a la valoración multifacética de sus contrapartes públicas.

Sofisticación

Empresas públicas: la evolución de la sofisticación de la valoración de las empresas se remonta a la publicación fundamental del “Análisis de seguridad” de Benjamin Graham y David Dodd en 1934. Antes de este hito, los mercados públicos eran a menudo ámbitos especulativos impulsados ​​por rumores y carentes de información confiable sobre las acciones que cotizaban en bolsa. compañías. En un panorama dominado por corredores dudosos que aprovechaban la ingenuidad, el miedo y la codicia de los inversores, el uso de información privilegiada era rampante. El cambio fundamental se produjo con el establecimiento de la SEC en 1934, lo que marcó el comienzo de una era de información accesible y elevada sofisticación. En el mercado público actual, los inversores emplean una amplia gama de métodos, herramientas y software avanzados para la valoración. Desde complejos modelos financieros hasta supercomputadoras de vanguardia que procesan instantáneamente datos comerciales, valorar una empresa pública exige técnicas, procesos y herramientas complejos armonizados en un marco cohesivo.

Empresas privadas: en comparación, los métodos de valoración de las empresas privadas pueden parecer rudimentarios. Un número significativo de empresas privadas se evalúan utilizando múltiplos de EBITDA , una métrica que exige delicadeza y una comprensión experta de innumerables factores que influyen en el valor de una empresa. Sin embargo, debido a las limitadas herramientas de valoración, las existentes tienen una amplia influencia en el sector privado. Si bien existen excepciones, como los capitalistas de riesgo que emplean metodologías de flujo de efectivo descontado (DCF), siguen siendo poco frecuentes.

Incentivos

Empresas públicas: Los mercados públicos están repletos de incentivos que a menudo se desvían de la armonía. Los asesores persiguen honorarios, mientras los medios elaboran historias tentadoras en un apuro de tiempo para cautivar a los lectores. Los analistas, cautelosos ante posibles críticas, tienden a hacerse eco del consenso, temiendo el dolor de estar equivocados y las escasas ganancias de tener razón. En esta danza, algunos pueden ocultar puntos de vista contrarios para evitar futuras responsabilidades. La aversión al error fomenta la mentalidad de rebaño, una fuerza que puede convertirse en un frenesí viral con consecuencias exponenciales. Al evaluar el valor de una empresa pública, un paso prudente es cuestionar los motivos que sustentan la información y las opiniones que dan forma a su premisa.

Empresas privadas: Para los propietarios de empresas privadas, lo que está en juego es profundamente personal. Su riqueza está intrincadamente entrelazada con el valor de su empresa, alineando los motivos hacia un objetivo singular: maximizar los retornos. La necesidad de descifrar los motivos al valorar las entidades privadas suele ser mínima, ya que la aspiración de mejorar los rendimientos sigue siendo primordial. Por lo tanto, descifrar las intenciones de los fundadores de empresas privadas es una tarea más sencilla y requiere un desentrañamiento menos complejo de las motivaciones.

Especulación

Empresas públicas: los efectos dominó de la especulación resuenan en el ámbito de las acciones públicas, particularmente cuando se trata de acciones poco negociadas. El auge del análisis técnico (una metodología basada únicamente en el precio y el volumen de operaciones) alimenta aún más las tendencias especulativas. En ocasiones, los inversores basan sus decisiones exclusivamente en matices técnicos como el volumen de operaciones o las oscilaciones de precios, dejando de lado aspectos comerciales fundamentales.

Incluso si un analista evita personalmente el análisis técnico, tener en cuenta estos puntos de vista se vuelve crucial al valorar una acción, dada su posible influencia sobre la dinámica de precios. No es raro que las inversiones en acciones públicas se desarrollen sin ninguna comprensión sobre el negocio subyacente o su industria. La compra de margen, sinónimo de compra a crédito, intensifica las inclinaciones especulativas.

Es innegable que esta interacción especulativa deja una huella en la valoración de las empresas públicas, lo que obliga a tener en cuenta estas oscilaciones en la evaluación.

Empresas Privadas: En el ámbito de las empresas privadas, los elementos especulativos se manifiestan a través de inversiones privadas provenientes de familiares y conocidos. Sorprendentemente, estos esfuerzos ejercen una influencia mínima sobre el valor de las empresas privadas, principalmente debido a la naturaleza discreta de los términos de la transacción. Las inversiones especulativas en empresas privadas comúnmente se manifiestan como compromisos ilíquidos a largo plazo, distintos de la fluidez de los activos comercializables. Los inversores en entidades privadas a menudo pasan por alto el establecimiento de acuerdos de compra-venta, obligándose a objetivos de propiedad a largo plazo sin una estrategia de salida. En consecuencia, los patrones especulativos tienen una influencia insignificante sobre la valoración de las empresas privadas.

Emociones

Empresas públicas: la intrincada interacción de emociones ocupa un lugar central en el ámbito de los mercados públicos. En este caso, el péndulo tiende a oscilar hacia los extremos en respuesta al sentimiento de los inversores, provocando un comportamiento similar al de un contagio. Los accionistas pretenden dirigir la trayectoria de las acciones propias expresando sus opiniones públicamente, una táctica estratégica para impulsar el valor de las acciones al alza. Si esta táctica tiene éxito, vender las acciones más tarde a un precio más alto se convierte en un camino viable para obtener ganancias rápidas.

La psicología de rebaño, la danza estratégica de la teoría de juegos y la inversión de impulso arraigada en patrones comerciales: todos estos conceptos fundamentales iluminan el entramado de la conducta de los inversores dentro de los mercados públicos. En el corto plazo, las acciones de los inversores a menudo se parecen a una partida de ajedrez: descifrar los movimientos de los oponentes se vuelve fundamental para diseñar inversiones astutas a corto plazo. El dominio generalizado de este marco mental se irradia en valoraciones. Por tanto, la evaluación de las perspectivas externas se convierte en un eje de la valoración.

Empresas privadas: Las emociones indudablemente ensombrecen el panorama de las operaciones de las empresas privadas, aunque con un efecto más moderado en la dinámica de precios. En la mayoría de las empresas privadas, los accionistas son pocos y sus inversiones siguen siendo en gran medida ilíquidas, inmunes a las operaciones en el mercado abierto. El pulso emocional de los accionistas privados rara vez ejerce una influencia sustancial sobre el valor de su empresa.

Información

Empresas públicas: A raíz de la caída del mercado de 1929, la SEC surgió en 1934, como respuesta a un frenesí especulativo desencadenado por la escasa información confiable sobre las empresas públicas. El mandato de la SEC de divulgar información periódicamente ha refinado la eficiencia y credibilidad de los mercados de valores. Porque en el centro de cualquier valoración se encuentra información sólida. Sin precisión, el paisaje sucumbe a la especulación, los susurros y el sensacionalismo.

Al imponer la divulgación y exigir estados financieros auditados a las empresas públicas, la SEC buscó combatir la escasez de información. Antes de la SEC, los inversores institucionales rehuían las acciones cargadas de riesgo. Un estudio de 1929 reveló que el 79% de las empresas públicas ocultaban sus ingresos anuales, una barrera que disuadía las inversiones institucionales. Atrás quedaron los individuos especulativos, cuyas acciones se amplificaron y desembocaron en la crisis de 1929.

Las normas contables también divergían antes de 1934, lo que confundía el análisis comparativo. Ingrese FINRA y otras regulaciones, un impulso colectivo hacia mercados de capital eficientes, un pilar del capitalismo democrático. El flujo de capital debería favorecer a las industrias que lo merecen, por lo que estos organismos facilitan su movimiento, nutriendo sectores preparados para el crecimiento y la rentabilidad.

Hoy en día, los datos corren por las venas del mercado de valores en el momento en que salen a la superficie. La información, no la especulación, alimenta este campo. Más de 100.000 analistas e inversores toman datos milisegundos después de su publicación y los canalizan a supercomputadoras de millones de dólares. Estas maravillas electrónicas se filtran entre la avalancha, mientras los analistas de acciones elaboran informes exhaustivos. Moody's y Standard & Poor's califican los bonos corporativos. Los expertos convergen para analizar, evaluar y clasificar datos, garantizando que las opciones de inversión se basen en una base sólida.

La valoración sigue siendo un arte que exige juicio. Sin embargo, este ámbito se ha reducido, con la convergencia de la proliferación de información, los conocimientos de la industria y las técnicas de valoración estandarizadas.

Mientras los datos fluyen incesantemente, las empresas públicas se esfuerzan por orientar la percepción pública. Este impulso da forma al precio de las acciones, una corriente subyacente crucial para la valoración.

Empresas privadas: por el contrario, los propietarios de empresas privadas no están obligados a divulgar información públicamente. Las operaciones y las finanzas permanecen en la sombra, lo que hace que la información sea un bien escaso. Los analistas se aventuran en el ámbito de las estimaciones fundamentadas y al mismo tiempo valoran empresas privadas comparables. Esta escasez perturba la valoración, ya que el valor depende inherentemente de la relatividad. Los inversores buscan el rendimiento óptimo, a menudo yuxtaponiendo múltiples inversiones. Sin embargo, este camino se vuelve más difícil para las empresas privadas, donde los datos similares son difíciles de alcanzar, lo que dificulta los cálculos de rentabilidad.

Precios constantes

Empresas públicas: Navegar por el sentimiento público es un deber fundamental para cualquier ejecutivo de nivel C en una entidad que cotiza en bolsa, considerando la valoración diaria de sus acciones. Los accionistas tienen un control firme sobre el valor de sus acciones, monitoreado y documentado meticulosamente a lo largo del tiempo. Una intrincada línea de tiempo del historial de valoración de la empresa proporciona un contexto revelador. Una valoración precisa en cualquier momento de la trayectoria de una empresa pública está al alcance de la mano, lo que genera una base para evaluaciones comparativas.

Empresas privadas: los propietarios de empresas privadas descubren el verdadero valor de su empresa sólo una vez: cuando se desarrolla una transacción. A diferencia del constante baile de valoraciones de sus homólogos públicos, las empresas privadas experimentan un momento singular de revelación de valoraciones. Este ciclo de retroalimentación esporádico hace que la valoración de las empresas privadas sea más un arte que una ciencia precisa, lo que constituye un testimonio del desafío que presenta.

Variables económicas

Empresas públicas: el dinámico panorama macroeconómico arroja una sombra notable sobre las empresas públicas, que a menudo supera el impacto en sus contrapartes privadas. Las fluctuaciones de las tasas de interés y las oscilaciones del tipo de cambio son elementos que ejercen un efecto pronunciado. Si las tasas de interés bajan, el valor de las acciones de servicios públicos aumenta. Las ventas de una entidad pública bailan al ritmo de las métricas económicas; un aumento del 2% del PIB podría presagiar un aumento del 3,5% en los ingresos por bienes de consumo.

Este terreno macroeconómico en constante cambio invita a adoptar una perspectiva de corto plazo, centrada en rápidas transformaciones. Comprender el panorama macroeconómico se vuelve fundamental para descifrar las fluctuaciones fugaces del mercado de capitales.

Empresas privadas: si bien una economía robusta tiende a dar paso a un mercado de valores boyante, su influencia sobre la valoración de las empresas privadas es comparativamente moderada. La potencia del contexto económico aquí descansa en las tasas de interés y la disponibilidad de financiamiento de deuda, basadas en el bienestar económico. La ausencia de financiación mediante deuda sofoca las iniciativas de fusiones y adquisiciones, lo que afecta los múltiplos de las empresas privadas. Las elevadas tasas de interés aumentan los costos de financiación de la deuda, lo que culmina en una reducción de las valoraciones de las adquisiciones. Esto es especialmente cierto para los compradores financieros, un actor principal en el panorama de adquisiciones del dominio privado.

Control

Empresas públicas: la mayoría de los inversores poseen una participación minoritaria en las empresas, condicionando sus rendimientos a los caprichos de otros inversores. Esta influencia limitada se traduce en un valor disminuido, ubicándose por debajo del atractivo de los intereses controladores. Valorar una entidad pública exige discernir la combinación de accionistas mayoritarios y minoritarios, además de integrar una prima de control en las participaciones predominantes.

Empresas privadas: el ámbito de las empresas privadas otorga a los propietarios mayoritarios un control firme sobre los ámbitos financiero y operativo. En consecuencia, una participación controladora tiene un valor mayor que su contraparte minoritaria, lo que justifica la aplicación de una prima de control. Al evaluar una empresa privada, es imperativo evaluar el entramado de capitalización junto con la magnitud de las participaciones mayoritarias y minoritarias, siendo su influencia sobre el control y la valoración de suma importancia.

Las complejidades del control se vuelven complejas cuando la propiedad de empresas privadas se extiende entre múltiples tenedores, más aún cuando existen diversas clases de acciones. Consideremos un escenario de tres propietarios: dos con el 49% cada uno y el tercero con una modesta participación del 2%, pero con un voto decisivo. En medio de disputas entre los accionistas del 49%, el poseedor del 2% finalmente domina. En este caso, el interés del 2% tiene un valor que supera con creces una estricta postura prorrateada. Estas intrincadas dinámicas influyen en la valoración de las empresas privadas, especialmente con múltiples accionistas o clases de acciones divergentes y sus distintas prerrogativas de voto.

Expectativas

Empresas públicas: el tapiz de valoración de las empresas públicas está tejido con proyecciones de ganancias. Visualizar el crecimiento de las ganancias presenta un desafío incluso para quienes están dentro, y mucho menos para los observadores externos con conocimientos limitados de las complejidades internas. Estas proyecciones surgen de metodologías intrincadas: tendencias pasadas extrapoladas mediante regresión, promedios móviles, líneas de tendencia o suavizamiento exponencial. Una fracción notable del valor de una empresa surge de la especulación futura, desvinculada del desempeño histórico. Estos pronósticos giran en torno a los sentimientos de los inversores y se entrelazan con sus percepciones sobre el futuro de la empresa. Un tropiezo en el cumplimiento de las proyecciones trimestrales se traduce en el desencanto de los inversores, lo que ensombrece sus anticipaciones y pesa sobre los precios de las acciones. Las entidades públicas a menudo se inclinan hacia pronósticos conservadores, esforzándose por garantizar que se cumplan los objetivos.

Empresas privadas: el ámbito privado disfruta de un respiro de las presiones externas, salvo quizás las expectativas internas o de los empleados, en caso de que la transparencia impulse una gestión a libro abierto. Sin la carga de dictados externos, las entidades privadas trazan su rumbo sin obstáculos. Sin embargo, el mercado a menudo descuenta las expectativas (proyecciones) de los propietarios, valorando las empresas privadas en función de sus logros históricos en lugar de sus potenciales futuros.

Rumores

Empresas públicas: El mero susurro de un rumor de adquisición posee el asombroso poder de influir en la trayectoria del valor de una empresa pública. Independientemente de su autenticidad, los rumores tienen el potencial de desencadenar montañas rusas en los precios de las acciones. Una embriagadora mezcla de especulaciones tentadoras, una multitud de partes interesadas, amplificación de los medios, emociones crudas, motivos de ganancias, complejidades de derivados y psicología de masas se funden en un frenesí, impulsando las fluctuaciones bursátiles a la estratosfera, desafiando incluso las riendas del ejecutivo más inteligente. A pesar de las sospechas racionales, el tablero de ajedrez de la inversión a corto plazo requiere una respuesta estratégica a los rumores de temblores. Valorar una entidad pública trasciende el análisis fáctico e implica desenredar los intrincados hilos de rumores que unen el sentimiento público en torno a la valoración de una empresa. Las calumnias éticas lanzadas sobre la empresa o su alta dirección pueden orquestar caídas precipitadas de precios (caídas del 5% o más en un solo día) que actúan como un crudo recordatorio del efecto dominó de los rumores.

Empresas privadas: Los rumores sobre adquisiciones resuenan en las industrias, envueltos en el enigma que rodea los detalles de las transacciones. Aunque el alcance de los rumores es más leve en la esfera privada en comparación con sus contrapartes en el ámbito público, su impacto persiste, aunque en menor medida.

Regulación

Empresas públicas: un conjunto de reguladores, que abarca firmas de contabilidad, profesionales del derecho y agencias de calificación crediticia, orquesta una sinfonía de supervisión en los ámbitos financieros donde las empresas públicas desarrollan sus historias. Estos guardianes vigilantes fomentan un panorama de conducta estandarizada, generando un flujo constante de información confiable, una base para valorar las entidades públicas. Este tejido coherente allana el camino para evaluaciones precisas y análisis paralelos, alineándose con empresas comparables. La intrincada red de regulación otorga a los inversores un escudo de confianza, que apuntala de manera crucial la base de las deliberaciones de inversión.

Empresas privadas: la regulación dentro del ámbito privado a menudo se expresa a través de la brújula innata del propietario, los conocimientos instintivos o incluso su ausencia. Una variedad de estilos de capitalización y enfoques de gestión pintan el panorama privado, y los empresarios resilientes a menudo construyen sus empresas desde cero, esculpiéndolas con cuidado impulsado por sus instintos. Este espíritu prospera en industrias donde la rapidez reina, impulsada por corrientes competitivas en lugar de mareas regulatorias. El panorama regulatorio sigue siendo escaso en estos ámbitos.

Complejidad

Empresas públicas: las empresas públicas tienen inherentemente un mayor nivel de complejidad en comparación con sus contrapartes privadas, lo que hace que el proceso de valoración de dichas entidades sea notablemente más desafiante. Varios factores críticos merecen consideración, entre ellos:

  • Derivados: Opciones, forwards, futuros, swaps y más.
  • Fondos de cobertura, especulación, ventas en corto: se estima que contribuyen al 50% del volumen de operaciones en la Bolsa de Nueva York.
  • Diversos enfoques de inversión: análisis cuantitativo, sincronización del mercado, indexación paralela y rotación sectorial.
  • Clases variadas de acciones.

Empresas Privadas: El diálogo se desarrolla:

  • "¿Qué tipo de entidad es la tuya?"
  • "El significativo".

De hecho, el tapiz multifacético de los mercados públicos palidece en comparación con las complejidades laberínticas que definen el dominio privado.

Estados financieros

Empresas públicas: la valoración de las empresas públicas depende en gran medida de proyecciones futuras y pronósticos de ganancias, y se asigna comparativamente menos peso a los resultados históricos. Este entorno puede fomentar una tendencia entre los ejecutivos públicos a manipular las ganancias, particularmente considerando el vínculo entre la remuneración de los ejecutivos y el desempeño financiero. En consecuencia, la búsqueda de maximizar las ganancias reportadas a menudo se convierte en un objetivo central para estas empresas.

En Wall Street , las prácticas contables conservadoras podrían no recibir el mismo nivel de apreciación debido a la preferencia de los accionistas por un crecimiento consistente y estable. Como resultado, los ejecutivos suelen adoptar prácticas que suavizan las ganancias con el tiempo. Si bien el desempeño financiero superficial de una empresa pública puede parecer estable, es crucial profundizar más para descubrir cualquier problema subyacente que pueda requerir un análisis más exhaustivo.

Empresas privadas: para la mayoría de las empresas privadas, el objetivo principal de los propietarios es minimizar las ganancias por motivos relacionados con los impuestos. Los propietarios tienden a mitigar pagos de impuestos sustanciales y, por lo tanto, recurren a diversas estrategias, como deducciones amplias y tácticas sofisticadas. Al valorar una empresa privada, es imperativo recalibrar o normalizar los estados financieros para llegar a las ganancias genuinas de la empresa.

Geografía

Empresas públicas: La evaluación del valor de una empresa pública requiere una consideración profunda del impacto de la globalización. En las economías mundiales interconectadas de hoy, la interdependencia es vívidamente evidente ya que aproximadamente el 29% de los ingresos de las empresas del S&P 500 provienen de operaciones en el extranjero. Las tendencias internacionales dominan el valor de estas entidades públicas y exigen al menos una comprensión fundamental de las repercusiones de una huella global en el proceso de valoración. Por ejemplo, el escenario hipotético de que China prohíba las ventas de iPhone podría repercutir en las ganancias de Apple, mientras que la entrada de Nike en un nuevo mercado extranjero podría influir de manera similar en su rentabilidad. Además, las variaciones en los tipos de cambio pueden tener profundas implicaciones para la valoración. Las preferencias de los consumidores, siempre cambiantes e influyentes, pueden influir significativamente en los resultados de las valoraciones. Predecir con precisión estas dinámicas, particularmente en los mercados extranjeros, es complejo pero profundamente impactante. Por lo tanto, apreciar las ramificaciones de las operaciones globales es un aspecto fundamental a la hora de evaluar el valor de una empresa pública.

Empresas privadas: la mayoría de las empresas privadas funcionan predominantemente a escala local o regional, siendo el alcance internacional una rareza. Para estas entidades privadas, las alteraciones en el comercio internacional suelen ejercer una influencia mínima, lo que a menudo se traduce en ajustes de costos de materias primas o suministros. Si bien la comprensión de los negocios globales es de menor importancia en la valoración de empresas privadas, adquiere mayor relevancia si la empresa mantiene operaciones en el extranjero.

Métodos de valoración

Empresas públicas: comparar empresas públicas es un proceso más sencillo debido al requisito de estados financieros auditados. Si bien todavía existe cierto grado de subjetividad dentro de los PCGA, los estados financieros de las empresas públicas generalmente ofrecen mayor confiabilidad y coherencia en comparación con sus contrapartes privadas. Esto mejora la viabilidad de realizar un análisis de empresas comparables, un método de valoración ampliamente utilizado. Los ajustes o normalizaciones de los estados financieros son menos necesarios para las empresas públicas, lo que agiliza el proceso de comparación.

La accesibilidad de la información ayuda aún más a analizar empresas similares. Las empresas públicas están obligadas a revelar información al público con regularidad, que está fácilmente disponible para cualquier persona interesada. Estos factores en conjunto simplifican las comparaciones entre pares, lo que refuerza la confiabilidad del enfoque de mercado para las empresas públicas.

Las técnicas de valoración de las empresas públicas también tienden a ser más complejas en comparación con las de las entidades privadas.
El método del flujo de caja descontado (DCF), por ejemplo, se emplea con mayor frecuencia en las empresas públicas. El DCF depende en gran medida de proyecciones, que suelen ser más factibles de generar para las empresas públicas. Se espera que las empresas públicas preparen proyecciones periódicamente, en línea con las expectativas de los inversores. En general, las técnicas de valoración para empresas públicas y privadas presentan distinciones. El DCF y el análisis de transacciones comparables son más frecuentes en las valoraciones de empresas públicas.

Empresas privadas: la escasez de transacciones comparables plantea desafíos a la hora de valorar empresas privadas utilizando el enfoque de mercado. Los propietarios de entidades privadas no están obligados a revelar públicamente los términos de las transacciones y la información sobre transacciones privadas sigue siendo limitada. Informar los detalles de la transacción podría poner a los compradores en desventaja, lo que podría llevar a otros vendedores a buscar precios más altos. Esto a menudo lleva a restar importancia a los términos reales de la transacción. Si se divulga información de la transacción, la identidad de la empresa en cuestión generalmente se oculta, lo que hace que la verificación sea casi imposible.

La interpretación de los datos de las bases de datos de transacciones privadas también introduce un elemento notable de subjetividad. Por ejemplo, cuando los contribuyentes envían detalles de la transacción, se necesitan aclaraciones: ¿“ EBITDA ” se refiere al EBITDA estándar o al EBITDA ajustado? Pueden surgir situaciones en las que una empresa utilice una deducción de la Sección 179 para gastos de una compra importante de equipo, evitando la depreciación. En tales casos, surge la pregunta: ¿debería esto tenerse en cuenta en los cálculos del EBITDA ?

Si bien estas pautas pueden comunicarse a los contribuyentes, la confiabilidad de las bases de datos depende en gran medida de la diligencia, experiencia e integridad de quienes envían los datos. Un principio similar se aplica a los datos de transacciones de empresas públicas, aunque con profesionales más experimentados involucrados en transacciones más grandes, lo que lleva a una mayor coherencia en los estándares y una voluntad de cuestionar las imprecisiones. La escasez de información comparable agrava el desafío de realizar análisis comparativos para la valoración de empresas privadas.

El proceso de valoración de empresas privadas requiere ajustes o normalización de los estados financieros, lo que implica cierto grado de subjetividad. Además, los propietarios de empresas privadas no están obligados a someter sus estados financieros a auditoría, lo que da lugar a variaciones más amplias en las prácticas contables, especialmente entre las empresas más pequeñas.

En el ámbito de los métodos de valoración de empresas privadas, hay un claro favorito: los múltiplos de beneficios. En las discusiones sobre adquisiciones, el lenguaje invariablemente gira en torno a múltiples. Entre ellos, el enfoque más frecuente para valorar empresas privadas es utilizar un múltiplo del EBITDA. Comparativamente, el empleo del flujo de caja descontado (DCF) es menos común en las valoraciones de empresas privadas.

Análisis de los factores generales que influyen en los subfactores en la valoración de empresas públicas
FactorHorizonte de tiempoAumenta la complejidadMás información
Horizonte de tiempo
Personas y partes interesadas
Valores
Sofisticación
Incentivos
Especulación
Emociones
Información
Precios constantes
Variables económicas
Control
Expectativas
Rumores
Regulación
Complejidad
Estados financieros
Geografía
Métodos de valoración

Resumen

En resumen, los diversos factores mencionados se pueden simplificar en los siguientes puntos generales:

  • Horizonte temporal: los inversores de empresas públicas suelen tener un horizonte temporal más corto en comparación con los inversores de empresas privadas.
  • Complejidad: Las inversiones en empresas públicas implican más complejidades en comparación con las de empresas privadas.
  • Disponibilidad de información: Hay mayor acceso a información sobre empresas públicas que sobre las privadas.
Tabla de contenido